martes, 5 de enero de 2010

Oye, ¿qué dices Willie?



Hoy martes 5 de enero, los infames cerebros de El Infame intentábamos leer en El Informe la centésimo cuarta “Carta de lectores” (Ha, Ha, Ha, diría Alf) del lector más obstinado de la historia de la prensa argentina, a punto de batir su propia marca en el libro Guinness World Record 2009: don Pablo Miquet.

¿Le decimos la verdad?, no manggiamo ni medio. Chino básico. Si como dice Alf, “las tradiciones son como los platos y están hechas para romperse”, ¿cómo puede ser que este lector no las rompa? A las tradiciones, claro.

¿A quién le escribe el lector obstinado? ¿A quién le habla? ¿Qué cosa dice ese hombre?

Parafraseando a Alf nuevamente, aseguramos que: "De donde yo vengo esto es ridículo, es como hacerle un funeral a una hamburguesa". Suponemos que el lector se fumó una plantita de soja mientras escribía, motivo por el cual no habrá Piedra de Rosetta que alcance como para descifrar la bolsa de gatos que son sus pensamientos.

Capaz que El Infame, glosando a Alf por penúltima vez, le pediría a Miquet “que no rompa el control remoto de la comunicación”, pero con seguridad él, porfiado, le respondería, “¿Alguna vez he roto algo?” El Infame tal vez lo miraría con pena, como dándole a entender que sí, pero él quizás se apuraría a responder: "Bueno, ¿últimamente?". "¿Esta semana?". "¿Hoy?" "¿Desde el desayuno?".

Ay, "¿¡¡Por qué la gente puede pensar que oculto algo!!?", clamaría Miquet plagiando a Alf, mientras se alejaría con la frente alzada hacia su próxima Carta de Lectores. "Sólo tengo diez órganos importantes, ocho de ellos son estómagos”, pensaría el hombre, y vienen estos de El Infame y me pegan ¡¡¡por uno de esos dos que no son mis ocho estómagos!!!".

Entonces El Infame, inflexible, ahí nomás le chantaría un: ¡No crea que por no escribir con claridad usted escribe mejor, don Pablo! A lo que probablemente el lector le respondería "No diré nada hasta que no hable con mi abogado". Todo, tal cual Alf, por supuesto.

“¿Puedo comerme a un gato?”, nos preguntará el lector.
“¡No hay problema!”, responderá El Infame, seguramente.

Es que llegará el día en que esos gatos se tomen la revancha y se lo coman a él.

O los domina o se lo comen.

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